Aquel sabatino once de junio de dos mil dieciséis el sol había madrugado
para calentar. Las granzas secas del cerro de los Dólmenes habían
dorado ya la testa orlada de cipreses del solemne sitio. El director del
conjunto arqueológico, Bartolomé Ruíz González, acogía con generosa
sonrisa a los miembros de la Sociedad Erasmiana de Málaga. ... Sigue leyendo: http://epistemai.es/archivos/69 |